¿Cuántas veces te han
dicho lo que “debes” hacer? Sin duda, infinidad de veces: “Deberías casarte y
tener hijos”, “Deberías estudiar otra cosa”, ¡Estás loco(a)! ¡Eso no es así!”, “Por
favor, bájate de esa nube”. En el ámbito religioso “Hay que tener caridad
cristiana”.
Ahora, ¿cuánto te has
permitido vivir?, ¿cuándo fue la última vez que estuviste de primer lugar?, ¿cuántos
de tus sueños has hecho realidad?, y si eres creyente, ¿cuánta caridad
cristiana has tenido contigo mismo(a)?
Sin percatarnos, poco
a poco silenciamos nuestra voz interior y reprimimos nuestro sentir, colocándonos
en el último lugar de la lista, quizá por miedo al qué dirán, traumas de la
infancia, o simplemente porque adquirimos frases negativas y las hacemos parte
de nuestro sistema de creencias. Lo delicado de este asunto, es que al hacer lo
que otros consideran lo correcto sin tomar en cuenta lo que somos como
personas, podemos aislarnos progresivamente ante situaciones difíciles, dando
paso a la tristeza, el miedo y a la frustración, que al no ser atendidas a
tiempo puede llegar a una depresión, a una enfermedad silenciosa que puede
desencadenar una tragedia. Todos necesitamos ser escuchados. Antes de juzgarte
o juzgar a otro, detente un momento y mira en tu interior. Realiza una lista de
aquellas cosas que te gustaría hacer, conéctate con tu alma, con tu niño
interior.
Hippolyte Flandrin: "Jeune homme nu assis au bord de la mer" (1836)
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“La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo, o más exactamente, a pesar de ti mismo”.
Víctor Hugo.