Hoy
cada vez más la ciencia y la medicina occidental reconoce los enormes
beneficios que aporta la práctica del Yoga a nuestra salud, lo que la filosofía
y cultura yoguística sabe desde hace miles de años. Sin embargo, es preciso
apuntar algunos aspectos de las bondades de esta práctica en el ser humano en
el entendido de que no todos estamos en condiciones de ponernos a revisar las
últimas investigaciones científicas sobre el tema o estamos dispuestos a
sumergirnos en el estudio de la filosofía del Yoga.
Lo
primero que tendría que saberse es qué es el Yoga. Una cuestión bien difícil de
responder, dado que esta milenaria disciplina, es al mismo tiempo muchas cosas
o puede ser entendida desde distintos ángulos. El término Yoga viene del sánscrito
Yug, significa unión, que denota
unión del ser individual con el Universo, pero al mismo tiempo la unidad del
cuerpo, la mente y el espíritu. Se entiende al ser humano como algo
inseparable.
El
maestro español Ramiro Calle en su obra El
gran libro del Yoga, entre las distintas connotaciones que le da a los
alcances del Yoga, se encuentra el considerarlo una medicina natural, basándose
en sus técnicas psico-fisiológicas y psicomentales, su estilo naturista, sus
indicaciones sobre el descanso, la alimentación, el ayuno y la acción
consciente. Todo lo cual dice Calle “lo convierten en la más antigua medicina
natural”. Por lo tanto sus técnicas pueden ser empleadas tanto de forma
recuperativa como terapéuticamente. Entendiendo esta ultima en un sentido mucho
más amplio del término que se le ha otorgado en Occidente, en tanto que
tratamiento para solucionar problemas psicológicos.
El
Yoga se convierte en la herramienta perfecta para el hombre moderno, sumergido
en la vorágine de la agitada vida urbana llena de estrés, ansiedad, mala
alimentación, poco descanso y de pocas defensas del organismo. Su práctica
equilibra la salud mental y corporal. ¿Dónde está el secreto? En el control
respiratorio (reaprender a respirar), los estiramientos de los músculos, la
relajación, el dominio neuromuscular y la purificación del todo el organismo de
toxinas. Por eso hoy la ciencia reconoce, la gran utilidad del Yoga en el
control del estreñimiento, la dispepsia, la gastritis, la ciática, el lumbago,
el asma, el infarto de miocardio, la bronquitis, los trastornos circulatorios,
las varices, la ansiedad, el estrés, la angustia y los desórdenes psíquicos,
así como en la prevención de distintos tipos de reuma.
Además en los casos de patologías ya
declaradas, sus beneficios energéticos y curativos han sido suficientemente
comprobados en casos de pacientes con hipertensión, catarros crónicos,
cefaleas, diabetes, pancreatitis crónica, fibromialgia, artrosis, colesterol o
cáncer de mamá, entre otros. De igual manera, se convierte en un instrumento de
apoyo para asmáticos, invidentes, minusválidos, personas con desordenes
psíquicos o mentales, drogadictos en recuperación o mujeres en gestación.
Insisto, el secreto está, en que a través del control de la respiración, el
cuerpo y la mente, el paciente lograr recuperar su equilibrio emocional, el
cual le abre las puertas a una salud integral progresiva. El secreto está en la
práctica. No es una píldora que te la tomas y te mitiga algún malestar. El Yoga
no solo te alivia sino que va a las raíces profundas y las sana.
Imagen de Jenia Nebolsina en Pixabay |
Al
lograr ese equilibrio en tu ser, puedes aprovechar mejor los nutrientes que te
suministra una alimentación consciente, los beneficios que te aporta el
descanso oportuno y la relajación diaria, lo cual indudablemente se reflejará
en pensamientos más benévolos hacia tu existencia y hacia los demás. Es el
estado de presencia, el ahora, el camino hacia la compasión y el
autoconocimiento. Esa es la salud integral.