La educación desde el
inicio de la historia moderna, es un elemento imprescindible para el desarrollo
humano, cobrando vital trascendencia en el siglo XXI. El mundo actual está
determinado por la llamada sociedad de
la información y el conocimiento, haciendo mucho más compleja la labor
educativa. En tal sentido, la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 1994) ha reconocido que la
educación de este tiempo, debe ser una experiencia global, que dure toda la
vida en los planos cognoscitivos y prácticos, privilegiando el desarrollo
humano y su calidad como miembro de una sociedad planetaria y diversa.
Esto lleva a una revisión
y replanteamiento del sistema educativo que se conoce actualmente, asignándole
nuevos objetivos. Eso pasa por dejar atrás el carácter utilitario que
ha tenido la educación, para potencializar las posibilidades creativas de las
personas, a sabiendas que el mundo en que se encuentra está en un permanente
cambio.
En este sentido, el Yoga
es una disciplina psicofísica nacida en la India hace varios milenios, que
tiene como meta el autoconocimiento para lograr la armonía interior de cada
ser, procurándole una mejor calidad de vida, convirtiéndose en una herramienta o
el método más probado para intentar alcanzar ese sueño.
Su práctica proporciona
recursos para disciplinar la mente, controlar las emociones y el cuerpo, con el fin de canalizar todas esas energías internas
hacia formas más constructivas, haciendo posible vivir una vida plena, libre de
dramas emocionales, despojada de conceptos erróneos, sin conflictos y dualidades que
nos hacen experimentar insatisfacción.
Por esta razón, el Yoga se
presenta como una estrategia de primer orden para la reeducación del ser
humano. Mi experiencia como educadora y el desarrollo de mi tesis
sobre el tema, han reafirmado la importancia de este método en la
educación, especialmente de los más pequeños.
No tengo dudas de que el
yoga contribuye a optimizar el proceso de enseñanza y aprendizaje en los niños,
que deben ser los primeros a quienes se les brinden estas herramientas. ¿Qué
vamos a lograr con ello? Brindarles, a la larga, una mejor calidad de vida,
crecimiento en valores, fortaleza en la confianza en sí mismos.
Todo ello ayudará en el transcurso de su vida, a superar inseguridades, frustraciones y a
manejar el mal de nuestro tiempo: el estrés. Además, con la práctica continua
de la respiración consciente, las asanas (posturas) y las prácticas
meditativas, indudablemente, incrementará su concentración y atención. Es decir,
tendremos seres más felices, exitosos, responsables de su vida, así como de su entorno.
¿Pero nuestros docentes
son conscientes de ello? ¿Los padres estarían ganados a la idea de ser
participes de estos cambios? ¿Los directivos de las instituciones educativas?
¿Qué estás dispuesto a hacer al respecto?
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