
Así
como el ayuno contribuye a purificar el cuerpo, el silencio hace limpieza de nuestra
mente y hacen que afloren pensamientos más positivos, más en sintonía con
nuestro verdadero ser.
Lo
han comprobado los grandes maestros orientales y lo podemos experimentar cada
uno de nosotros a través de la
meditación. Es decir, parar, hacer una pausa en nuestra ajetreada cotidianidad.
Estar
en silencio es encontrarse con uno mismo, es volver a conectar con la fuente de
sabiduría original, es sincronizar lo que somos con la naturaleza superior. Por
eso nos sentimos bien cuando vamos a la montaña, porque además de contactar con
la madre tierra (somos seres terrestres), experimentamos el silencio.

Te
invito a poner en práctica tus votos de silencio. Sin redes sociales, sin
televisión, sin música, sin teléfono. Contacta con tu mundo interior y luego me
cuentas tu experiencia.
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